martes, 10 de abril de 2007

Por un momento

Es como un flash. Lo consideras como una posibilidad real, por un segundo, y te atraviesa. La sensación comienza en el estómago, que es donde solemos situar los dolores no demasiado concretos. El estómago es a la frontera entre cuerpo y sentimiento lo que el pollo es al sabor. Todo lo que no tiene un sabor demasiado definido sabe a pollo. Este vértigo indeterminado empieza en el estómago.

Sabes que no hay nada físico ahí, pero por un instante tu cerebro le dice a tu consciencia que te has tragado una mariposa con las alas intactas. Se le han quedado pegadas a las paredes de una parte de tu aparato digestivo, y encima te resulta emocionante y violentamente agradable, a la par que extraño.

Si sigues pensándolo, te mareas. Una impresión de hundimiento o elevación, o todo al tiempo, te envuelve. La sangre sube a tus mejillas y te llena un principio de sofoco; corto, pero intenso. En tu cabeza resuena un zumbido, que se mantiene momentáneamente para desvanecerse secretamente.

Te invade.

Y si lo racionalizas...