jueves, 13 de junio de 2013

Muere, cabron

Créeme, esto te va a doler más a mí que a ti. Después de todo, aparte de ser tu creadora, te diseñé a mi imagen y semejanza. Porque el que crea no hace que darse vida a sí mismo, duplicarse una y otra vez en un vano intento de dejar constancia de su existencia.

Aunque eso sea cierto para todos vosotros, incluso tus ellas que se reflejan en las mías tienen gran parte de mí. Imposible crear o incluso describir lo que no se conoce. Y es que, ¿acaso se puede realmente afirmar conocer algo fuera de uno mismo?


En cualquier caso, matar en la ficción te exorciza de violentarte en la realidad. Así que debo admitir que no, no me apena matarme cien y mil veces provocando el fin de uno o todos mis personajes principales. 

lunes, 10 de junio de 2013

Keep it running

I have to say I don't regret a thing. Had I known my tab started running the second I got a glimpse of you standing in that corner I would've still chosen to recognize you. I should've guess, though. The signs were there.

What says about these time we live in if you cannot tell the difference between finding your soulmate and inadvertently hiring a call girl for life.

Needless to say two years in I built a bill so large I could never honor it even if I worked three jobs till the end of my days. 
 
I really hope you live long enough so our children's children are able to finish paying up my debt. 

La hiel

Golpe seco en la nuca, se cierra el conducto que lleva aire a los pulmones. Y el tiempo se para. Perfecto, inmóvil, mudo, eterno, así como yo lo había pedido. A pesar de ello, mis órganos todavía sienten y padecen. Noto en el estómago un ardor infernal que me acompaña en momentos como este desde hace ya un tiempo. Mis articulaciones están entumecidas, especialmente las de los brazos, y luchan por moverse pero no pueden. La lengua está hinchada y me pesa, pero unos labios resecos la siguen manteniendo en su sitio, dentro de mi cavidad bucal. Seguramente estáis esperando un conocido sabor a sangre, pero no es el caso. Mi lengua tiene sabor a papilla, a náusea, a lágrimas y a cosas truncadas. Mis ojos, esos ojos por los que tanto me han abordado últimamente por las calles de esta cárcel urbana, azules como el sol, verdes como las candelas, de un anaranjado dulce como el de la flor del romero, acuosos, pero limpios, siempre limpios, siempre dedicados y dispuestos a soplar con su mirada palabras de esperanza sobre tu piel... mis ojos, estos ojos de los que hablo, testigos de la mayor dicha y decadencia que pueda crear el ser humano, abiertos como naranjas del mes de marzo. ¡La panza! ¿Recuerdas cómo la buscabas entre las sábanas? ¿Recuerdas cómo te lo he recordado entre hipidos día sí, día no, día sí de nuevo, día, tras día, tras día y noche, hasta que me quedaba dormida pidiendo perdón por todo lo que no había hecho, no sé si a ti o a mí misma? Mi panza, ¡qué reluciente estaba siempre! Y ahora es algo que se parece bastante a un smiley muy tétrico, por decirlo suavemente, por decirlo sin que haga falta que lo veas, porque para verlo ya estoy yo, porque lo veo, porque me veo la panza, porque tú no lo verías ni mirando. Una panza con la sonrisa del payaso. De extremo a extremo, bien definida, de color carmín de desagüe, sin nariz en su ecuador, pero sí coronada por dos minipechos con pezones púrpura violento, así, como para que nada desentone, siempre me ha gustado cuidar de los más mínimos detalles. ¿Es desagradable? Fíjate, yo aquí, flotando sobre un charco de bilis, podría caminar sobre él, como Jesucristo sobre las aguas, pero ya va bien hoy de milagros imposibles, yo aquí, digo, superviviente hasta el fin, sintiendo todavía el amor casi materno, el amor loco y pasional y desmedido y fiel que prometí y que en cuanto abran la puerta del Maligno me pienso cobrar con intereses acumulados. Espero que esta historia no vaya a perturbar tu sueño. De eso me gustaría ocuparme personalmente.

jueves, 9 de mayo de 2013

Desliz

Me propongo empaparte con una notable sarta de falsos halagos, venenosas proposiciones, jirones de carne entre dientes y el brillo de una serpiente que se dispone a atacar. Un brillo hipnotizante, que se exhibe en movimientos lentos, peligrosos, audaces, antesala de la más deliciosa y salvaje muerte jamás vivida (permíteme la paradoja). Suscitas en mí un apetito voraz y un rechazo visceral al mismo tiempo. Hasta el momento, puede más el apetito. El apetito en silencio, un apetito sabroso e íntimo. Me miras, con lo que yo identifico como falso desdén, parapetado tras unas gafas modernas, pero discretas. Suspendidas sobre unas orejas que pasan desapercibidas y una nariz que realmente no tiene mucho que rechistar ante los que serían dos de los más apetitosos hoyuelos que creo haber visto nunca. Artillería pesada. ¡Y tu pelo, señor mío! Me invento que te vuelves loco cada mañana frente al espejo tratando de darle el toque castigador definitivo que humecte, indefectiblemente, la entrepierna de tus posibles víctimas (entre las que me cuento). Eres el Business Pack al completo, la suite deluxe, el campeón, el número uno, la elegancia en persona, el necesario matiz arrogante y satisfecho. Mi némesis por antonomasia, mi deseo caminando dentro de un pantalón de pinzas. Dios mío. ¿Jugamos? Sueño que mi lengua bífida serpentea hacia tu cuello, porque ya lo puedo todo, porque te huelo y te lamo. El calor de tu cuerpo, tan próximo al mío, me enciende la mente y el pecho y me afirma que esto va a ocurrir. -Sabía que te morías de ganas por apretar mi culito entre tus manos... -No parlis, porca, hem de ser ràpids. Mordiscos impíos, camisa rota, arañazos, jadeos al unísono, la fuerza y el ansia del mundo entero en mis brazos y el frío del mármol del lavabo bajo mis nalgas desnudas. PAM-PAM-PAM-PAM. Tus embestidas. Me comes las tetas desaforadamente mientras combates, porque para ti esto es otro galón que conquistar. Me gusta. Desde aquí arriba pareces más pequeño, un perrito enano incrédulo ante la visión de sí mismo follándose a una diosa. Un chihuahua que se monta a un dogo alemán. Me doy el gusto de entrelazar mis dedos en tu pelo y despeinarte por completo y me inunda una sensación inmediata de victoria, de ternura (¿por qué no?), de comunión con lo divino y lo mundano. Por supuesto, tú sigues culeando. Invadidos por el sudor, el semen, la complicidad de lo prohibido y la certeza de que esto no volverá a ocurrir nunca (como todas las cosas inevitables), nos vamos retirando por separado hacia un paisaje interior que acoge, en tu caso, a la leyenda que te precede, y en el mío, a la más absoluta de las perversidades. Esta vez, yo gano.