domingo, 22 de abril de 2007

El eterno resplandor de la mente inmaculada

Dijo que, como parte de un estudio sociológico que estaba llevando a cabo para la facultad, debía seguirme durante veinticuatro horas. Como si fuera mi sombra, observando todo lo que hiciera yo normalmente. Al principio me sentía cohibida, un tanto incómoda. Pero a los dos minutos ni siquiera pensaba en lo cómico que resultaba tenerla ahí al lado todo el rato, incluso en la ducha, sin participar de nada; tan sólo tomando notas en su libretita de reportera, que ya chorreaba tinta.