martes, 15 de mayo de 2007

La mujer del artista

Con un sombrero de vaquero como el que habrás visto a alguna estrella del rock, cruzas la valla de madera que separa el bosque del resto. Tu sombrero está ladeado, tu mirada recorre primero el verde horizonte y las poco frondosas copas agitadas suavemente por el viento, para permanecer luego quieta durante unos minutos-siempre te ha gustado observar, cowboy, convertirte en mar en calma, abandonar la superficie para perderte en las cambiantes corrientes submarinas que te recuerdan a tu propio espíritu: agitado, peligroso, pero siempre en melodía.

¿Naciste con música en lugar de venas? ¿Te bastó el primer vistazo accidental y prematuro para saber que tu lugar en este mundo serían los acordes, los silencios, los insomnes pesares en forma de estrofas? ¿Tatuaste ese camino en tu rostro tan pronto como tuviste capacidad de elección? Deseo profundamente conocerte, cowboy, recorrerte y aprenderte de memoria como una imprescindible partitura.

Al adelantar un paso tu pie derecho, enfundado en una atemporal bota de cuero envejecido, chupas el cigarrillo que sujetan tus dedos e imaginas tu guarida-después de todo, sé muy bien que has venido a este bosque para diferenciarte del resto.

Realmente no puedo expresar todo lo que esto significa para mí, cowboy.