domingo, 13 de mayo de 2007

Allí

Descalza caminaba con paso pesado, pues se había olvidado las sandalias y no estaba dispuesta a volver a por ellas. No había reparado en la desnudez de sus dos pequeños pies hasta que el más ínfimo trozo de gravilla le rozó el meñique izquierdo.

Resultaba agradable, ahora que se paraba a pensarlo, sentir el tacto de la tierra batida bajo sus plantas. "Arenilla tan fina", se le escapó en un suspiro.

Era la senda más amplia con que jamás se hubiera encontrado. Se extendía en todas direcciones, hasta donde alcanzaba la vista. No había, ni a lo largo ni a lo ancho, absolutamente nada que ayudara a distinguir medida alguna de distancia o distrajera a la pequeña de su ensimismamiento carente de opinión.

Mirara adonde lo hiciera sólo podía ver una extensión infinita de fino polvo blanquecino, de horizonte a horizonte. Sería ya imposible dar media vuelta y volver por donde había venido, puesto que ni siquiera sus huellas quedaban marcadas en el camino. Antes de que acabara de alzar una pierna para colocarla delante de la otra, una fina brisa que parecía existir sólo a ras de suelo levantaba la cantidad exacta de arena necesaria para cubrir las diminutas trazas de sus pasitos. Tras de sí nada quedaba registrado.

Su rastro desaparecía consigo. Al igual que ocurría con sus sandalias, ya había renunciado a recuperarlo. Sabía que no lo iba a necesitar. Tan sólo necesitaba seguir andando en línea recta, hacia Allí.

Todavía no sabía dónde era Allí exactamente, qué aspecto tenía Allí ni cuánto se tardaría hasta Allí. Eran detalles sin importancia, por el momento. Sí tenía muy claro que cuando llegara el momento, lo reconocería.

Desconocía asimismo qué se esperaba de ella una vez Allí. Aunque, si hubiera tenido alguna preocupación en absoluto, no sería ésta. A los pormenores del destino no hay que prestarles mayor atención hasta que tienen el valor de presentarse de forma definitiva y palpable.

Podía sentirlo, ya estaba cerca de Allí. Un destello parpadeó a lo lejos. Conforme seguía avanzando, el resplandor se intensificaba cada vez más. Se encontraba aún a varios cientos de metros y ya resultaba cegador. Ese reflejo tenía que provenir de Allí. No había más que ver.

Sin detener sus pasos ni un instante echó un último vistazo en dirección a Allí y cerró los ojos, cubriéndoselos con las manos.

No quedaba más que ver que aquello que le dificultaba tanto la visión. No tenía más que hacer que seguir hacia Allí. Y una vez llegara Allí, traspasarlo. Eso era, claro. Traspasar Allí. Y después de eso...

Después de eso, seguir hacia Adelante.