Por aquel entonces vivía en el barrio ateniense de Pagkráti
con mi amigo más íntimo y su pareja. El piso que habitábamos era espaciosísimo
y luminoso y casi siempre olía a café griego recién hecho, debido al insomnio
crónico que aquejaba a Pános. Recuerdo que me costó años aprender a hacerme una
taza decente de aquel café, que los griegos proclaman griego y los turcos
reclaman turco, pero que, en...